El ser humano desde su creación, se ha inclinado por expresar sus
deseos de aventura, de conocer que está de aquel lado del rio, de aquel lado de
aquella montaña o allá donde el cielo se besa con el mar o donde el matrimonio
eterno del horizonte junta el cielo con la tierra. El hombre no se ha detenido
en su caminar, pues la curiosidad viva en su interior lo impulsa hacia lo
desconocido.
De igual forma, el ser humano trae por defecto el derecho a posesión,
a pertenencia. Se apropia de los objetos o bienes que le atraen, aferrándose a
ellos como la vida misma. Estas situaciones han creado enfrentamiento por la
muestra de poder que pueden exhibir algunos más “fuerte” sobre otros más
“débiles”, lo cual traen como consecuencia la expulsión o marginalización de
estos de ciertos lugares en disputa.
Esa sed insaciable de poder, de poseerlo todo, bajo cualquier circunstancia
inicia en cierto sentido la limitación de los terrenos y la creación fronteras
entre grupos de hombres y mujeres reunido por lineamiento sanguíneos,
descendencia homogénea y por motivos religiosos. Y de alguna forma en el tiempo
llegamos a lo que hoy conocemos como estado, país o nación, bajo el estatus
legal de ciertas normas llamada constitución.
El desplazamiento del ser humano de su lugar está sujeto a condiciones
socioeconómicas que lo obligan a aventurarse a cruzar cualquier frontera sin
importar las consecuencias, no importa si esta pone en peligro su propia vida y
la de los suyos. En busca de un mejor futuro, una mejor calidad de vida abandona
sus propias raíces por lo desconocido.
Esta expulsión del hombre de su entorno viene marcada por los
desintereses políticos o la desidia gubernamental de crear mejores condiciones
de vida a su compueblano, ya que interponen su ansia de supremacía de poder
motivado por obscuro e insaciable satisfacción de posesión de todo cuanto le
rodea.
Así vemos como en Siria, los bandos enfrentados se pelean que: ¿Siria,
el petróleo bajo sus pies, el mejor consumo de armamento de combate, o el
disfrute de las ayudas internacionales? ¿Y qué del caso dominico-haitiano? ¿Cuál
es la ganancia?
Dos pueblos que olvidaron establecer con responsabilidad la
demarcación de sus límites, de crear una política clara de migración, de
documentar a sus ciudadanos correctamente e identificarlo. Mientras que uno de
ellos vive bajo el caos total programado, el otro resuelve todo y cada uno de
sus problemas cambiando constantemente la constitución, haciendo honor a lo ya
dicho por un ex presidente que esta no es más que “un pedazo de papel”
Estas sociedades desde su creación han navegado sobre aguas
turbulentas, pero bajo la supervisión de algunos que han hecho de este su mejor
negocio. “Pan y circo” viene a ser su mejor definición, entretenerlo bajo el
látigo de la ignorancia y mover las velas de las carabelas al destino del
abismo.
Las pretensiones nacionalista exhibida por algunos patriotas no son
más que slogan de mercadeo para desviar la atención y esquivar la
responsabilidad de establecer condiciones simple de convivencia entre dos
pueblos sentenciado por el destino a vivir sobre una misma isla. Estos pueblos
deben hacerse de los instrumentos que le ofrece la democracia para crear sus
condiciones de sostenibilidad propia de sus hijos. Es expresarse bajo las
urnas, atado a la esperanza de la bandera de un mejor porvenir y desechando a
aquellos buitres que no solo les lavan los cerebros, sino que le vendan los
ojos y le cubren los oídos con odio y rencor que es el incentivo que crea sus
riquezas.
Porque estos que ostenta el escudo y los colores de la bandera del
poder, hacen de ti refugiado en tu propia tierra, ilegales bajo sus
condiciones, títeres de su juego y muñeco de trapo que queman a fuego lento.