Las
acciones de los gobernantes es proporcional a las conductas de sus gobernados,
un pueblo rebelde necesitaría de un liderazgo fuerte para guiarlo, un pueblo sumiso
necesitaría de hombres de paz para dirigirlo. Los gobernantes son reflejo del
pueblo, una muestra, una representación del pueblo.
Cuando
el sacerdote, con látigos en las manos nos azotas con las verdades, abandonamos
la iglesia, pues preferimos las adulaciones ante que se nos muestre nuestras
faltas y errores. Demandar por las acciones de quienes administran los recursos
públicos con los brazos cruzados para nuestro bien, es como la jovencita
creerse el cuento de hadas y esperar por el beso del príncipe azul para
despertarla del “sueño de la muerte”.
El
cristianismo nos invita a “estar sujeto a los gobernantes y autoridades,
obedecer, a estar dispuestos a toda buena obra.” La semilla que cae en
pedregales, no puede dar buenos frutos, ni siquiera tendría sus raíces fuerza
para soportar los fuertes vientos. Para buenos frutos, el agricultor, primero
prepara la tierra para sembrar la semilla en la época adecuada, pero se
mantiene en vigilia, desprendiendo del huerto toda mala hierba.
El
buen ciudadano debe permanecer en una vigilia constante, además de las buenas
obras, arrancando la mala hierba para que el árbol produzca los frutos deseados
y en abundancia. Para luego, al final de la cosecha, colectar las bendiciones
que el esfuerzo del sudor regala.
De
tal forma es la sociedad, si nos engañamos entre halagos y adulaciones, pretendiendo
aparentar cosechar lo que no hemos sembrado, entonces no deberíamos quejarnos
en llantos y remordimientos porque hemos, por nuestra haraganería o desinterés,
creados las condiciones para que el pecado reine en nosotros y con todas sus
obras.
La
familia es guía de la sociedad, y como tal, debe como punta de lanza, crear las
condiciones primero desde dentro, para que mas luego, hacia fuera la conducta
de cada uno de sus miembros siga los pasos de la luz, conociendo el mal que la
obscuridad nos acarrea. ¿Qué nos cuesta esperar con paciencia el cambio del
semáforo o tomar las precauciones de lugar cuando este nos lo indica? No solo
la impaciencia que mostramos nos acerca a lo indomable que llevamos dentro,
sino que, con nuestras acciones predicamos el ejemplo del caos organizado que
deseamos que reine, pues se nos hace más fácil vivir desconociendo la ley que
fortaleciéndola para una mejor sociedad.
¡Cuán
hermoso viste una niña con su vestido!
El
acoso sexual no viene gratis. Cuando una jovencita viste de forma provocativa,
mostrando la silueta de su cuerpo, no hay hombre por decente que no muestre
curiosidad de tal provocación, porque
lo que refleja y se da a entender es un llamado al irrespeto, es el preludio de
una relación no deseada, una venta carnal, una profesión.
Escrito
esta:”no rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no
morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol”. Así dice
Proverbios, mas para deleite, como espectáculo, la ignorancia nos lleva a celebrarles
todas las travesuras a nuestros hijos y más tarde lamentamos frente al juez,
con suerte, los errores cometidos.
El
deber de la familia es favorecer las condiciones para el orden de su sociedad,
desde su propio seno. Crear, a través de la conducta y actitud de sus hijos, el
respeto a los demás, el respeto a la ley. La rebeldía es el resultado de la
mala influencia, de la incorrecta orientación dada a los hijos, fruto de la
desobediencia.
Una
nación en desorden, es fruto de una familia que se desarrolla al margen y
desobediencia de su creador, el irrespeto a sus conciudadanos y el
desconocimiento de la ley.