Thursday, September 22, 2016

Casa en Orden



Las acciones de los gobernantes es proporcional a las conductas de sus gobernados, un pueblo rebelde necesitaría de un liderazgo fuerte para guiarlo, un pueblo sumiso necesitaría de hombres de paz para dirigirlo. Los gobernantes son reflejo del pueblo, una muestra, una representación del pueblo.

Cuando el sacerdote, con látigos en las manos nos azotas con las verdades, abandonamos la iglesia, pues preferimos las adulaciones ante que se nos muestre nuestras faltas y errores. Demandar por las acciones de quienes administran los recursos públicos con los brazos cruzados para nuestro bien, es como la jovencita creerse el cuento de hadas y esperar por el beso del príncipe azul para despertarla del “sueño de la muerte”.

El cristianismo nos invita a “estar sujeto a los gobernantes y autoridades, obedecer, a estar dispuestos a toda buena obra.” La semilla que cae en pedregales, no puede dar buenos frutos, ni siquiera tendría sus raíces fuerza para soportar los fuertes vientos. Para buenos frutos, el agricultor, primero prepara la tierra para sembrar la semilla en la época adecuada, pero se mantiene en vigilia, desprendiendo del huerto toda mala hierba.

El buen ciudadano debe permanecer en una vigilia constante, además de las buenas obras, arrancando la mala hierba para que el árbol produzca los frutos deseados y en abundancia. Para luego, al final de la cosecha, colectar las bendiciones que el esfuerzo del sudor regala.

De tal forma es la sociedad, si nos engañamos entre halagos y adulaciones, pretendiendo aparentar cosechar lo que no hemos sembrado, entonces no deberíamos quejarnos en llantos y remordimientos porque hemos, por nuestra haraganería o desinterés, creados las condiciones para que el pecado reine en nosotros y con todas sus obras.

La familia es guía de la sociedad, y como tal, debe como punta de lanza, crear las condiciones primero desde dentro, para que mas luego, hacia fuera la conducta de cada uno de sus miembros siga los pasos de la luz, conociendo el mal que la obscuridad nos acarrea. ¿Qué nos cuesta esperar con paciencia el cambio del semáforo o tomar las precauciones de lugar cuando este nos lo indica? No solo la impaciencia que mostramos nos acerca a lo indomable que llevamos dentro, sino que, con nuestras acciones predicamos el ejemplo del caos organizado que deseamos que reine, pues se nos hace más fácil vivir desconociendo la ley que fortaleciéndola para una mejor sociedad.

¡Cuán hermoso viste una niña con su vestido!
El acoso sexual no viene gratis. Cuando una jovencita viste de forma provocativa, mostrando la silueta de su cuerpo, no hay hombre por decente que no muestre curiosidad de tal provocación, porque lo que refleja y se da a entender es un llamado al irrespeto, es el preludio de una relación no deseada, una venta carnal, una profesión.

Escrito esta:”no rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol”. Así dice Proverbios, mas para deleite, como espectáculo, la ignorancia nos lleva a celebrarles todas las travesuras a nuestros hijos y más tarde lamentamos frente al juez, con suerte, los errores cometidos.

El deber de la familia es favorecer las condiciones para el orden de su sociedad, desde su propio seno. Crear, a través de la conducta y actitud de sus hijos, el respeto a los demás, el respeto a la ley. La rebeldía es el resultado de la mala influencia, de la incorrecta orientación dada a los hijos, fruto de la desobediencia.

Una nación en desorden, es fruto de una familia que se desarrolla al margen y desobediencia de su creador, el irrespeto a sus conciudadanos y el desconocimiento de la ley.